domingo, 26 de julio de 2009

La Fatalidad




Bueno, es así, más o menos. Un lugar, un plano absolutamente débil, ni siquiera un lugar, es algo que intuyes, algo a lo que has llegado después de un riguroso nomadismo inmóvil. Y percibes. Hay un hombre en el fondo, va corriendo, como llevado por una urgencia extraña. Asimilas su urgencia, te asimilas a él, pero nunca sabes. Nunca supiste de su urgencia. Sólo corriste detrás de él. El hombre es casi bello, triste, muy triste, tal vez se conocieron a la entrada de un hotel, el caso es que nunca sabes, sólo te abalanzas con el cuerpo (que súbitamente surge desde alguna parte) y lo utilizas para correr detrás de él. Oscurece, el bosque se crea a partir de sus pasos. Notas que tiene un frasco en la mano, ahora sí, recuerdas, se conocieron en el hotel, él no dejaba de mirar tus manos. Tu debilidad le hizo surgir un amor morboso, triste. Culpable. Tus manos le parecieron dos animalitos enfermos, tu rostro casi feo, tu sonrisa llena de dientes.
La nocturnidad.
Ha tomado el frasco y ha sorbido convulsiones. Su cuerpo ha sido el lugar de batalla. Veneno espectral. Desesperar la muerte. Otra vez. Has recordado eclipses. El día en que abandonaste a tu muerto más amado. Has aullado porque nunca más las estrellas.
Has vuelto a casa, y te has puesto a pensar en el hombre, casi pudiste haberlo amado. Su determinación. No?

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